Una alocada noche

La discoteca estaba parecía que iba a rebosar de gente y una larga cola que llegaba hasta una calle contigua daba una lejana y vana idea de cuan popular era aquel lugar al que, sin invitación, no se podía entrar. La ruidosa y escandalosa música se escuchaba desde el exterior del lugar, en la misma calle, y parecía el lugar adecuado para ir y pasar desapercibido entre los montones de gente.

Alexander no fue hacía la eterna cola sino que, sin decir nada pero guiando a Anna, llegó a una entrada de servicio lateral y dijo:

-Solo unos pocos podemos entrar por aquí- tras decir esto tomó una llave del interior de sus bolsillos y abrió la puerta para poder entrar al interior del local. Gracias a él se habían evitado montones de horas de espera para poder entrar en aquel multitudinario lugar y caminando por los oscuros pasillos del interior de la discoteca acabaron llegando al centro de toda la fiesta...

La música sonaba por todas partes, a un volumen que casi impedía que se pudiera hablar, y la gente bailaba y bailaba sin parar en la pista de baile de una forma poco decorosa... El muchacho se dirigió a una de las múltiples barras que había en el lugar y se pidió el clásico cubata para tomárselo mientras guiaba a Anna a un lugar, cercano a los baños, donde pudieran hablar con mediana normalidad y decirle junto a una pared:

-Mi jefe está aquí, en la planta de arriba pero rara vez recibe a gente desconocída... Puedes ir y tomar algo, bailar o echar el rato por ahí con la gente... También puedes quedarte aquí, conmigo...

Fabritzia salió tras él del local dónde se encontraba y caminó a su lado. Escuchó atentamente la conversación que Alexander tenía con ella y se interesó especialmente en los lugares de marcha pues allí acudía la gente joven, muchachos jovenes... Entabló una conversación con él, no le hablo mucho de sí misma sino que había venido a Rusia por motivos de trabajo como modelo fotográfica, pero que había encontrado poca cosa. - Pero así es como se empieza en este mundo...no siendo nadie. - Le había dicho.

Fabritzia, antes de ver la larga cola que esperaba para entrar, escuchó la música del local desde fuera. Toda la gente parecía impaciente por entrar en aquella discoteca, mas ella ni la había escuchado nombrar. "Scorpia" leyó en el cartel. - Quizás mañana...podamos entrar aquí. - Dijo con un tono sarcástico esbozando una media sonrisa. Enarcó una ceja algo confusa al ver como Alexander se desviaba de tremenda cola hacia un lateral de la discoteca y lo siguió.

- Vaya... - Exclamó con fingida sorpresa cuando el muchacho abrió la puerta de servicio. Lo siguió hasta dentro del local en silencio. La música a medida que avanzaba se escucha más y más fuerte y eso la hizo fruncir el ceño algo molesta. Cuando llegó al centro de todo observó con atención que es lo que hacía aquella discoteca tan famosa..¿Su alta música? ¿Sus bailes indecorosos?. Si era aquello, estaba claro que sería su primera y última visita a aquel lugar.

Siguió a Alexander de nuevo cerca de los baños y cuando se dirigió éste a hablarle, la muchacha inclinó su rostro hacia él de medio lado, pasando su mano diestra por su pelo colocándolo tras la oreja con suavidad, para esucharlo mejor.
- Hm.. - Meditó unos instantes antes de contestar. - ¿Podría ir contigo? - Preguntó inocente. - No me gustaría quedarme sola con todos estos lúnaticos que bailan tan raro.. - Dijo echando un vistazo a la pista de baile, viendo en ese momento como dos chicas bailaban juntas restregándose lujuriosamente mientras un muchacho las observaba y tocaba como quería.

Spoiler:

Una amplia sonrisa se mostró en el rostro de Alexander que no ocultó en absoluto su alegría al escuchar esa respuesta por parte de Anna, y mientras bebía más y más de su cubata (el cual ya comenzaba a subirle causando algunos efectos en su comportamiento) respondió:

-Noto que esto no te gusta demasiado... Quizás le caigas bien a mi jefe por eso.

Aquella frase no tenía sentido pues el dueño de aquel local era, sin lugar a dudas, el jefe de de Alexander y era extraño que alguien que odiara las discotecas tuviera una. Extraño pero tampoco insólito pero siempre había una razón para todo y esto no sería una excepción.

En aquellos momentos, de ruido y confusión, cuando la bebida comenzó a afectar demasiado al muchacho este intento, algo borracho, acercarse "demasiado" a la muchacha acercando su rostro al de la mujer para que pudiera "oírle" mejor... Hiciera o no "caso" a aquello la "reunión" no podría durar mucho pues en aquellos momentos apareció un gran hombre, de más de dos metros de altura y de una piel tan negra como el mismo carbón, vestido de chaqueta y rapado, que acercándose a ambos dijo:

-Tepes os espera, al final de las escaleras de ese pasillo, al fondo a la derecha de la última planta- dijo mientras señalaba una escalera que estaba custodiada por otros dos "gorilas" en un pequeño pasillo que comunicaba con la gran zona de baile.